La aparición de nuevas tecnologías y formas de hacer algunas operaciones financieras deja claro las muchas tirrias que la gente tiene en contra de los bancos. Aunque puedo ejemplificarle no uno, sino un gran número de casos en que aplicaciones cobran más comisiones ocultas que los bancos.
Pero una buena publicidad hace creer a las personas que están del lado de la modernidad y librándose del enemigo: un banco.
Por eso no es de extrañar que haya encuestas muy famosas hechas en Estados Unidos en donde los millennials aseguran que prefieren ir a un dentista que a un banco, o que más de un 70 por ciento de la clase media declara que tenía que haber empezado a ahorrar antes. Un 34 por ciento no tiene un ahorro de emergencia, lo que es quizá el hábito financiero saludable número uno que todos deberíamos tener y, sin duda, es la principal causa de estrés en el mundo.
En Europa, a partir del próximo año, los bancos tendrán que compartir la información de sus clientes con un tercero, siempre y cuando éste lo autorice. Esto incluye que no sólo pueda acceder a los datos que tienen de él, y no solamente consentir que se utilicen, sino incluso delegar el inicio de transacciones, por ejemplo.
El conocimiento de lo que hace el cliente con sus tarjetas de crédito y débito, en dónde, cómo y a qué hora compra, pueda ser lo que marque la diferencia en la atención personalizada del cliente de sus gustos y necesidades, pero también abre la puerta a estar prevenidos y que la persona que comparta esa información sepa quiénes son, pero sobre todo qué medidas de seguridad emplean. Hoy es cuando se sabe que es el sector financiero uno de los principales objetivos de la ciberdelincuencia.
En estos tiempos, con la banca en la mano vía el celular, las ventajas son muchas y las instituciones financieras aseguran que los riesgos son menores. Imagínense el gran pastel, pues datos de la ENIF 2015 mostraron que en ese año existían 29 millones de adultos con un teléfono celular, pero no tienen una cuenta bancaria.
Un estudio de McKinsey Global Institute indica que un mayor uso de servicios financieros digitales podría aumentar el PIB de México en 90 mil millones de dólares para el año 2025. Así de importante puede ser este negocio y así también, de no hacerse de forma adecuada, podrían ser los riesgos.
En nuestro país se buscó presentar la Ley Fintech, que incluía estos temas, precisamente de compartir información, en la que bancos de todos los tamaños tienen opiniones encontradas. Pero lo mejor, estiman algunos, es esperarse a ver qué pasa el próximo año en Europa y seguir ese camino. Otros consideran que puede servir para informar las ventajas que al final tiene una institución regulada contra una que no lo es.
Esto, porque hoy cada vez más empresas, ya sea Sofomes, Fintech o parecidas que, por ejemplo, emiten tarjetas de crédito o débito de baja cuantía, ofrecen el acceso al sistema financiero vendiéndose como la mejor opción, ya que no son un banco y tienen acceso a un plástico, lo cual puede ser una buena opción si es que no se percatan de que una comisión fija mensual, por ejemplo de 20 pesos, al año significan 240 pesos que tuvo que pagar, cuando hay cuentas en el sistema financiero que no requieren mínimos ni ese tipo de pagos, y en crédito se vende la rapidez de hacerlo por celular, lo cual puede ser positivo para una persona que tiene una urgencia, aunque las tasas de interés sean de más del 40 por ciento.
Esta batalla apenas inicia, y aquí no se trata de quién ganará, sino de qué le conviene más al usuario y a la economía. Por lo pronto, la moneda está en el aire.
Twitter: @JLeyvaReus